miércoles, 30 de noviembre de 2016

leyendas cortas para niños


                          La Araña. Leyenda quichua.
Uru era el nombre de una princesa heredera de un trono inca. Su padre, el curaca Kúntur Capac, había procurado darle esmerada educación, pero la princesita, que vivía envuelta en lujos y refinamientos, era sumamente díscola y caprichosa. Pasaba los días comprando ricas telas y exóticos tocados y no cumplía con las obligaciones propias de su condición, escapándose de la tutela de ayos o maestros.El Hamurpa, preocupado por su indolencia y egoísmo, interpelaba al curaca : “Tú sabes que estás enfermo y próximo a morir, Kúntur Capac – solía decirle – Y tu hija heredará este trono, para el que no está preparada. Nada sabe de nuestra historia, de nuestras costumbres y necesidades, no realiza ninguna tarea útil o noble y sólo se ocupa en vestirse, adornarse y saborear manjares costosos que hace traer de lejanos lugares”. El curaca Capac, preocupado por sus palabras, procuraba inculcar a Uru el sentido de la responsabilidad de su futuro cargo. Todo era en vano : Uru, malgastaba grandes sumas en adquirir telas exóticas, adornos de oro y plata con que embellecía sus tocados, y pasaba indiferente y desdeñosa ante los súbditos que se agolpaban alrededor de su killapu sin un solo gesto benévolo ni humanitarios hacia ellos.Por fin llegó el día temido en que el curaca falleció. Su muerte fue lamentada por espacio de siete días y siete noches, con llantos y lastimeros cánticos religiosos con los que le expresaban su tristeza y su miedo por el destino que les esperaba en manos de la nueva reina. La joven, impresionada al principio por la muerte de su padre y su nuevo cargo, obedeció en todo a Hamurpa y gobernó con verdadera inteligencia, pero pronto se cansó de ello.
La araña - Leyenda quichua
 Volvió a su vida egoísta y, embriagada por su poder, malgastó cuantiosas sumas en cumplir con sus caprichos ; pronto empobreció las arcas del palacio y comenzó a oprimir al pueblo con elevados impuestos, con los que podría mantener sus gastos.
Un día en que Hamurpa y otros consejeros ancianos procuraban conmoverla para que prestara atención a las necesidades de su pueblo, Uru decidió desembarazarse de ellos. “Tomen prisioneros a todos los consejeros de mi padre y azótenlos hasta que mueran – ordenó – imperiosa y soberbia. Desde ahora en adelante, no conozco otros consejeros que mis deseos. Y no me importa que mi gente se empobrezca o carezca de tierras y alimentos. Yo, heredera directa de los incas, he nacido para gozar de la vida y ser obedecida”. Y para ratificar su orden, tomó ella misma su cinturón trenzado en blando cuero de cabras y comenzó a golpear a los ancianos sacerdotes. No pudo, sin embargo, proseguir con su furia destructiva, su brazo quedó paralizado, y toda ella enmudeció ante una figura bellísima y majestuosa que se presentó interponiéndose entre los sacerdotes y la reina. “Has llegado demasiado lejos, princesa Uru – le advirtió la voz de la diosa -. Hemos decidido castigarte y liberar a tu tribu de tus desvaríos y tu mal gobierno. A partir de ahora sabrás lo que significa luchar por tu propio sustento. Trabajarás continuamente, sin descanso por los siglos de los siglos”. La envolvió con su oscuro manto y la hizo desaparecer ente los ojos estupefactos de los consejeros.
En su lugar había quedado un insecto pequeño, de cuerpo oscuro y velloso, provisto de ágiles patas, que comenzó inmediatamente a tejer una complicada tela con el hilo que extraía de su propio cuerpo. Desde entonces Uru, la araña de nuestra leyenda sigue tejiendo sin descanso para ganar el perdón de los dioses por sus antiguos errores.

          Origen del Zapallal

Cuentan que hace miles y miles de años, hubo un tiempo en que el mar se puso bravo y decidió inundar toda la tierra. Y por mandato de los dioses solo un hombre, su familia y sus animales se salvaron al huir a lo más alto de una montaña.
Luego de muchos días, o tal vez meses, el mar se retiró, dejando como recuerdo enormes piedras carcomidas por el agua y que en la actualidad, podemos encontrar en algunos pueblos de la localidad del Zapallal
Y como todo en la vida, después de la tormenta llegó la calma, de nuevo la tierra se comenzó a poblar.También en el valle del Chillón y mucho antes de la llegada de los Incas. Las familias se organizaron, dedicándose principalmente a la agricultura y a la pesca. Además, había otras actividades como; la música, artesanía, tejido, pastoreo, construcción, etc.
ZAPALLAL
Cultivaron maíz, frijol, pallar, yuca, camote, zapallo, pacae, lúcuma, ahuaymanto y tara entre otros. Además les sirvió mucho estar cerca al mar de Ancón, ya que pescaban y recolectaban mariscos y moluscos. Así como lobos y aves marinas que utilizaban para preparar sus potajes en su vida diaria y en las fiestas que organizaban.Esos pueblos eran gobernados por el Collí Capac, quien dirigía desde su palacio, entregando responsabilidades a los curacas o jefes de cada ayllu.Dicho sea de paso, se cree que el origen de la palabra Zapallal se debió al nombre del último curaca “Kapallal”, antes de la llegada de los españoles.Así pues, como vemos, la gente que hoy vive en el Zapallal ha heredado conocimientos milenarios que han ayudado y seguirán ayudando a la transformación de esta localidad donde se hayan agrupados más de ciento treinta pueblos, ubicado en el distrito de Puente Piedra, al norte de la ciudad de Lima, capital del Perú.

        La leyenda de “El ermitaño”

A pesar de tener escaza comunicación con otros, era amigo de la paz. Por eso, no se atrevían a molestarlo. Y, como no conocían su nombre, le comenzaron a llamar “el ermitaño”. Pasaron los años y nunca más se supo de él. Hasta que, por el año de 1960, la gente de la sierra comenzó a dejar sus casas y chacras, partiendo a la ciudad de Lima en busca de mejores oportunidades. Fue entonces, que con el único propósito de tener un espacio donde vivir, se organizaron.Y, un 7 de junio de 1962 a las 7 de la noche, muchas familias que vivían en cuartos alquilados o en casas de sus parientes, decidieron invadir la pampa y faldas de los cerros. Pampa donde vivió el ermitaño y gracias a ese apodo la comunidad lleva su nombre.
pampa peruana
Ese pueblo ubicado en la zona norte de la ciudad de Lima, capital del Perú, nada tiene de aislado y solitario. Más bien, se ha superpoblado y en la actualidad vienen experimentado un proceso de tugurización.








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